jueves, 26 de febrero de 2009

La naturaleza de un pueblo

Hoy tengo ganas de contar un capítulo de la Historia de España, que viene con moraleja, de modo que a los que en 2º bachillerato se le cerraban los ojos cada vez que tenían que ponerse a estudiar el Sexenio Revolucionario, les recomiendo que no empiecen a leer, o se vayan directamente al final, a la moraleja.

Es muy conocido por todo el mundo culto el capítulo de la Armada Invencible, aquella inmensa flota española del S. XVI que intentó invadir Inglaterra, y que acabó siendo masacrada por el mal tiempo, los barcos ingleses y la estupidez del "almirante" que la mandaba. Es muy típico de España dejar la flota más importante del momento en manos de alguien que apenas se había subido a un barco. Pero de cosas típicas de nuestra sociedad es lo de que va esta entrada, así que no adelantemos.

Pues bien, resulta que esta historia, esta victoria inglesa, tiene vuelta de hoja. Es decir, que se la devolvimos, y con creces, pasado un siglo y poco. No quiero contar aquí todo lo ocurrido, me contentaré con lo que me interesa. En 1739 comenzó una guerra entre España e Inglaterra, que no era más que otro intento de los ingleses de seguir rapiñando las islas del Caribe y otras posesiones españolas de la zona. Se la conoce como la Guerra de la Oreja de Jerkins, y su principal batalla fue el Sitio de Cartagena de Indias, la ciudad más importante del Caribe español.

La flota inglesa reunida superaba en más de 60 barcos a la Armada Invencible, y los medios usados eran mucho más impresionantes (unos 27000 soldados, como cifra aproximada). De hecho, fue la mayor flota jamás reunida después de la que efectuó el Desembarco en Normandía.

Por parte española, la guarnición de Cartagena de Indias era de unos 3000 hombres, y la flota disponible, de 6 buques, contra 186 británicos. Sin embargo, la batalla fue un completo desastre para los ingleses, que fracasaron en su intento de tomar la ciudad, perdiendo 8000 hombres, gran cantidad de barcos y cañones y, en definitiva, saliendo escaldados de allí.

La victoria española ante tal descompensación de recursos fue debida al comandante español en la batalla, el almirante Blas de Lezo, uno de los mayores genios militares que ha dado el país, y al mismo tiempo, uno de los mayores desconocidos, si es que la gente verdaderamente conoce a alguno. Por su parte, el almirante inglés, que fracasó estrepitosamente, era el conocido Edward Vernon, del que estoy seguro que muchos han oído hablar.

Lo que quiero recalcar es el final de esta historia. Blas de Lezo murió en esa misma batalla al contraer la peste, y nadie acudió a su entierro. Murió solo tras haber derrotado a la mayor flota armada de la Historia, y haber conseguido con ello mantener la supremacía naval española en el Atlántico 70 años más, hasta la Batalla de Trafalgar (también muy conocida, faltaría más). Por supuesto, su nombre es totalmente desconocido para el 99% de los españoles (y creo que estoy siendo demasiado generoso).

Por el otro lado, a Vernon, el almirante inglés, se le enterró con los mayores honores a su muerte en 1751, ocultando la derrota que sufrió en esa guerra. El pueblo inglés le ha puesto su nombre a muchas calles y plazas, y su figura es recordada por la mayoría de los ingleses, y conocida en el resto de países del mundo.

Ya están todos los datos encima de la mesa, ahora solo falta sacar las conclusiones evidentes. Somos un pueblo orgulloso, hasta tal extremo que nos cuesta reconocer honores hasta a los que dieron su vida por el país, o, simplemente, a genios de semejante calibre, y preferimos dárselos a otra gente que ni mucho menos los merece. Lo que hoy cuento está está muy desfasado, pero en la actualidad se puede aplicar a otros aspectos. No hemos cambiado: el papel que le atribuyo a Blas de Lezo en el S.XVIII se lo puedo atribuir ahora a cualquier gran científico o literario español del momento. El impacto que causaría ahora mismo en el país que un español recibiera el premio Nobel sería similar al que causa todas las semanas cualquier puta que sale en la televisión del corazón porque se ha acostado con cualquier famoso, el cual por lo general no merece ni serlo. Se le otorgaría una difusión muy parecida.

Dicho con otras palabras: ¿cuánta gente en España conoce a los 7 premios Nobel españoles de toda la Historia? Y ahora: ¿cuánta es la gente que sabe el nombre del ganador del primer Gran Hermano?

No quisiera conocer las respuestas.

6 comentarios:

Ethos dijo...

Muchas gracias por dejar constancia bloguera de ese episodio de nuestra historia, y muchas gracias también por intentar hacer recalar en nosotros los que te leemos la sensatez que tanta falta hace en este país de caínes, al que amo y odio a partes iguales.

PD: Ole los cojones de Blas de Lezo

DoctorMente dijo...
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Severo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manu AMS dijo...

Lo que quieras decir, explicalo bien.

Boeder Escalier. dijo...

La cultura ha sido siempre un bien de pocos. Aquí, allá, antes y después.

Lo importante no es quien lo sabe. Si no quien puede saberlo. Da gracias por la cantidad de información que puedes recibir.

Ethos dijo...

Discrepo. La cantidad de información que puedo recibir es algo inmanente al desarrollo de la sociedad, y que haya nacido en el primer mundo es azaroso totalmente así que no tengo porqué dar gracias al azar. En todo caso debería darle las gracias a mi padre por dejarse el espinazo para que (entre otras cosas) tengamos internet. Por lo demás si "lo sé" es porque yo me he preocupado de saberlo, lo cual es bastante meritorio si tenemos en cuenta lo que me "debería de gustar" según lo socialmente establecido.

Lo más importante no es que tengamos muchos caminos, sino el elegir los adecuados.