lunes, 28 de diciembre de 2009

Cuando algo pequeño mueve montañas

Que nunca te falte un sueño por el que luchar,
un proyecto que realizar,
algo que aprender,
un lugar donde ir,
y alguien a quien querer.

¿A alguien le suena? Es posible, porque se trata de uno de tantos mensajes que circulan en estas fechas de móvil a móvil. Este me llegó en plena cena de Nochebuena, y dio lugar a una historia graciosa, porque al final resultó que no era yo el destinatario. Y es curioso, porque esa persona anónima que probablemente no conoceré jamás me hizo sonreír por primera vez en esa noche (que no era muy propicia a los chistes, desgraciadamente); y reflexionar sobre ciertos asuntos, como la levedad del ser, la efimeridad de la vida, o la distensibilidad de los diversos orificios femeninos (tema sobre el que tuvimos material abundante en la última clase magistral del año).

Pero dejando tonterías aparte, sí que me resultó curioso cómo los pequeños gestos siempre gustan sobremanera, aun cuando a veces sean fuente de cachondeo, y es que yo soy de los primeros que me he reído muchas veces lo absurdo que me parece semejante tráfico de SMS durante la Navidad. También pienso ahora en la tópica y típica rosa dejada en el buzón o dada en mano (que no comprada al chino del bar, por favor): nunca va a desagradar, como me dijo hace poco una amiga.

En fin, que los pequeños detalles, sobre todo en ciertos momentos, hacen maravillas. A veces es bueno recordarlo.

¡Adiós!


martes, 15 de diciembre de 2009

Tu camino lo eliges tú

Se oye comentar, a las gentes del lugar, que corren tiempos extraños por la UM. No hay más que darse un paseo rápido por alguna de sus dependencias, especialmente por los accesos. Desde la puerta con torno giratorio que han colocado para entrar a La Merced (el detector de metales no lo instalan hasta dentro de 2 semanas); a la gincana de obstáculos que cada día se curran por las carreteras del Campus individuos de camisa fluorescente, mientras almuerzan a la sombra de una pala excavadora y toman nota de en qué punto se forma el tapon más gordo (eso sin tener en cuenta la obsesiva y dañina costumbre de crear rotondas nuevas en cuanto dos calles se cruzan).

Pero dejando a un lado estos problemas logísiticos, en los que poco puedo hacer, hoy quiero centrarme en uno docente. Está relacionado con el archiconocido plan Bolonia y su implantanción en esta nuestra universidad. No voy a ocultar que poco sé de lo que teóricamente postula ese plan, pero algo sí que conozco de lo que ocurre realmente en las aulas donde se imparten los Grados (que andan por su primer año).

Parciales obligatorios, continuas charlas y seminarios también obligatorios, e incluso las propias clases magistrales de necesaria asistencia (al menos al 80%, según creo) si se quieren aprobar las asignaturas. Soy consciente de que esta teoría es actualmente pasada por el forro muy a menudo,(especialmente en lo que concierne a "pasar lista" en clase); pero no hay duda de que tarde o temprano se tendrán que aplicar las normas, o vivir en la anarquía (y mal asunto sería ese, creedme).

Lo que me interesa aquí es a lo que abocan esas normas. Abocan a hacer, yendo directamente al grano, un segundo instituto de la universidad. La universidad es un cambio de mentalidad completo, un nueva situación, una nueva vida. Algo que, debo decir, muchos llevábamos desde el Bachillerato esperando. Precisa, sobre todo, de cierta madurez mental, para comprender varias cosas.

La primera y principal es que el profesor que te imparte la asignatura no es tu vigilante, y por lo general se le da un ardite que entres a clase o no. Basta de tanta gente que acude al aula todos los días por costumbre, y luego se pasa las horas hablando, haciendo el tonto, escuchando el mp3 a hurtadillas o quejándose con los de al lado de lo aburrida que es. NO es obligatoria, y lo dejan bien claro el primer día. Si no te gusta, no entres, y de seguro que aprovechas más el tiempo. Basta de buscar el momento en que el profesor no mira para irte 10 minutos antes de la práctica. Es patético. El mismo profesor dijo también el primer día que él no es el tutor de nadie, y que, desde luego, no va a ir detrás de nadie y lo va a traer por la oreja de vuelta a la sala de disección (o a donde corresponda).

Podría seguir con muchos más ejemplos, pero creo que se entiende lo que quiero decir. En definitiva, las normas made in Bolonia persiguen ese control, ese seguir todos el mismo esquema, el mismo patrón, que posee el instituto, y que poseen en sus cabezas tantos universitarios (y no de primer año). Una carrera debe garantizar que la persona salga de ella con la formación necesaria en el ámbito de turno. Y el lugar de donde obtengas esa formación es cosa tuya. La universidad te proporciona uno, muy bueno por cierto, pero es decisión de cada cual el uso que va a hacer de él. Para aprobar el examen de Fisiología, por decir algo, no tienes que tomar los apuntes del profesor y luego estudiártelos en el orden y con las palabras que él ha dicho. Lo que tienes es, tú mismo, que formarte en la materia, siguiendo el esquema que te dan o no. Porque el conocimiento a estos niveles, en el fondo, es el mismo lo explique quien lo explique.

Y esto es, a mi entender, lo que deberían promulgar las universidades. Centrarse en elaborar pruebas o exámenes que garanticen que la persona domina la materia (por todos lados abundan exámenes repetidos, o estándar, donde la gente no entiende ni lo que responde porque directamente se ha empollado las posibles preguntas y sus respuestas). Y menos clases y parciales obligatorios. Menos seguimiento y control. Porque somos ya mayores de edad. Y es muy triste que a estas alturas ya, traten todavía de obligarnos a todos a seguir el mismo sendero, sin salirse de la línea de piedras, en algo tan importante y tan personal como es la formación universitaria de cada uno.

martes, 8 de diciembre de 2009

Calamares cardiopáticos

Como más de uno se habrá dado ya cuenta, a no ser que se tenga una clara vocación de escritor, o una vida extraordinariamente interesante, a medida que el blog va cumpliendo meses y meses de vida, la frecuencia de entradas disminuye. Y es que al principio tienes muchas cosas que decir, cosas que anteriormente te guardabas para ti, o que comentabas solo con un círculo selecto de personas (amigos, pareja, ligue de la semana... ).

Por eso cuando ya te has vaciado por completo. Cuando has exprimido hasta el último pensamiento que tenías guardado, ya solo puedes nutrir tu pequeño rincocito en la red de nuevos afluentes, nuevas elucubraciones que vayan acudiendo a tu mente. Y recalco lo de nuevas, porque anda que no es frecuente que te apetezca tocar un tema del que ya hablaste un par de meses atrás. ¿Y que tiene de malo eso? Pues hombre, nada, pero no queda muy elegante. Un servidor prefiere tener siempre productos frescos y listos para consumir, antes que los calamares a la romana congelados y macerados en aceite que sirven todos los jueves en el comedor del Centro Social.

Un día de estos dedicaré una entrada íntegramente a los citados calamares. Auténticas bombas de relojería para tus arterias, engendradores de viudas, fuente de riqueza para cardiólogos y cirujanos torácicos. Sin ellos, el desarrollo del vaipás coronario no habría podido convertirse en una realidad.

¿Veis? Comencé a escribir sin saber muy bien qué poner, y he acabado con una entrada completa (aunque algo insulsa). Espero no defraudar a mis pocos pero fieles lectores.

¡Adiós!